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Esos momentos que te fuerzan a cambiar tu punto de vista.

Cita
Nigeria está en España

Hace siglos que no leo algo tan bueno. Reblogeo a la gran Carme Chaparro, desde su blog:

http://theobjective.com/blog/es/Carme_Chaparro/2014/05/11/busquen-en-espana-a-las-ninas-nigerianas-secuestradas

12.05.2014 – Es una moda. #BringBackOurGirls. De buena gente. De moderno. De ser humano. De persona. De hecho, eres un mierda si a estas alturas aún no te has hecho una foto, o has colgado en tu muro, tu blog o tu Instagram ese imperativo “traigan de vuelta a nuestras niñas”.

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En el colmo de la ironía, se han fotografiado con el cartel de #BringBackOurGirls políticos que han dado la orden de dejar sin asistencia sanitaria a cientos de miles de inmigrantes pobres (¿cuántos habrán muerto por su culpa?) o mujeres de presidentes responsables de algunas de las peores guerras sucias (si es que hay algunas más sucias que otras) del planeta.

Porque ni usted ni yo tenemos poder más allá de la rabieta o la protesta más o menos pública. Pero no manejamos presupuestos que deciden quién vive y quién muere, ni ejércitos que pueden salvar o matar, ni los más modernos equipos de espionaje y tecnología que ha concebido el ser humano hasta la fecha. ¿Tan difícil es seguir el rastro de doscientas niñas asustadas? ¿O sólo es cuestión de dinero? Y de voluntad real, claro.

Porque es muy fácil apuntarse a una moda.

Y ojalá, ojalá, que esta moda dure y sirva para algo. Pero lamento decirles que el #BringBackOurGirls también pasará. Como todas las modas, denle tiempo. Y entonces, ya sin la luz de los focos, miles de niñas nigerianas seguirán siendo esclavizadas para servicios sexuales o domésticos. Violadas por el ejército y la policía. Golpeadas una y otra vez por la élite rica que quiere criadas gratis. Secuestradas por diferentes facciones de los diferentes grupos armados que batallan el país. Sirviendo de desahogo sexual a comunidades enteras. Pobres niñas negras de campo a las que sólo llorarán sus familias.

Algunas de ellas acabarán en nuestro país, obligadas a abrirse de piernas y a lamer miembros de machitos españoles, que tras el servicio se irán relajaditos y contentos a casa sin importarles cómo llegó esa niña allí. Quizá sea Halima, de 17 años, con un cerebro privilegiado para las ciencias y que quería ser médico. O cualquiera de sus compañeras, buenas estudiantes que soñaban con ser abogadas, periodistas o maestras para escapar de un destino de pobreza y sumisión, y que han terminado en mugrientas camas de mugrientos puticlubs sirviendo a mugrientos clientes españoles en un infierno de abusos, drogas y esclavitud.

Ya ven. Nigeria también está aquí. A la vuelta de la esquina. Junto a nuestras casas.

(Confieso haber encontrado esta perla en el blog de madredemarte)

Nigeria está en España

Educa2.1

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De pequeña siempre tuve perros a mi alrededor, quizás pasé más tiempo en compañía de seres de cuatro patas de lo que lo hice con bípedos.

Nunca me gustó ver la televisión y aunque veía algunos programas contados (La Bola de Cristal, Bola de Dragón Z y poco más) nunca fui una niña a la que le gustase estar sentada en el sofá, por lo que tuve la suerte de pasar la mayor parte de mi etapa de aprendizaje en la calle, en el campo o en el jardín, muchas veces con C. o acompañada de varios perros

En mi urbanización la mayoría de los vecinos eran «domingueros», gente que venía en verano y algún fin de semana, el resto del año, el resto de los días, éramos muy pocos los que vivíamos en la zona. Sin embargo los perros siempre estaban ahí, los míos, los de C. y algún que otro chucho perdido o abandonado.

Aprendí mucho en la calle, trepando garroferas, buscando ranas, buscándoles dueño a los perros callejeros, explorando el campo, cogiendo lagartijas, atrapando renacuajos, siguiendo canales de riego, pasando el tiempo desestructurado con los otros chicos y chicas en verano, en bicicleta, tan lejos de los adultos que nos creíamos independientes, haciendo nuestras propias películas, revistas, rifas y partidos de béisbol. Un día nos aventuramos muy lejos, por lo menos un kilómetro y conocimos a otro grupo de chicos y chicas.

Aprendí mucho más que en la escuela. Recuerdo vividamente muchos momentos pasados en la calle, sin embargo recuerdo muy poco de la escuela primaria y lo que recuerdo no son conocimientos formales. Recuerdo no querer ir a clase porque me castigaban por no quedarme sentada, recuerdo que me castigaron por vomitar fuera de la papelera, recuerdo un compañero llorando porque se tenía que quedar porque no había acabado la tarea, recuerdo el día que el chulo de la clase se llevó una patada en la espinilla que me salió sin pretenderlo desde lo más profundo de mi alma (nota bene: hacerme la puñeta a primera hora de la mañana nunca fue una buena idea), recuerdo a una compañera borderline y cómo otros se metían con ella, recuerdo el padre de una amiga pegándole a un profesor cuando éste insinuó que su hija se vestía como una puta y por eso la acosaban, recuerdo los insultos a un compañero gay (de quién el profesor dijo que se tendría que dejar el ballet o se haría maricón y quien por cierto, se ha recorrido medio mundo bailando con diferentes compañías), recuerdo la frustración del profesor de sociales ante el hecho de que no nos aprendíamos el mapa de Europa con todos sus países y capitales, recuerdo que tuve que hacer el examen en septiembre (pero no recuerdo la mayoría de capitales, los ríos de España y sinceramente, tampoco las Comunidades Autónomas, los ríos ni las cadenas montañosas).

Aprendí a matemáticas básicas y a leer y a escribir, es innegable, pero el amor por la literatura surgió de la estantería amarilla del cuarto de mi hermano, de leer Los Cinco y Tom Sawyer en invierno, el Quijote versión cómic, los cómics de Thor, La Historia Interminable, los relatos de Edgar Allan Poe… de ahí viene mi afición por los libros: mi habilidad de lectoescritura tiene más que ver con ésto que con la formación docente que recibí antes de los 14 años, siempre me pareció que malgastaba el tiempo en clase porque leía y escribía mejor que la mayoría de mis compañeros y eso sin haber puesto un pie en la guardería. De lo que pueda recordar de las matemáticas mejor ni hablamos. La creatividad vino del aburrimiento, de imaginar seres extraños (con C., con un plumero metido en los pantalones y revoloteando por la parte trasera del jardín), de jugar a buscar a los distintos personajes que un dios maligno (mi perra) había raptado y retenía en un escondite secreto, generalmente entre los cipreses: era mi versión de Salvando al Soldado Ryan y la Barbie tenía un papel activo porque era más grande y alta que los J.I. Joe. En otras palabras, aprendí porque es innato en el ser humano y porque se me dejó en paz para que pudiese aprender.

Todavía sé jugar al ajedrez, a las cartas, montar casetas con palitos, formar estructuras estables con tierra, a mis 31 años nunca me ha mordido un perro ni he tenido una pelea, leo la comunicación no verbal de personas y animales sin esfuerzo, los cursos de lenguaje corporal me aburren tremendamente por lo básico de su contenido. Entiendo lo justo de química como para saber que no es buena idea mezclar lejía (o salfumant) con ningún otro compuesto, sé nadar, correr y trepar. Escucho a las personas y aprendo observando, me pregunto constantemente «por qué». Gracias al tiempo que pasé escuchando música y a un diccionario sé hablar varias lenguas. También me resulta fácil pintar, utilizar herramientas y solucionar problemas prácticos.

Y yo me pregunto ¿si en vez de meternos en colegios se estructurase el tiempo que pasamos siendo niños para facilitar el aprendizaje? 

¿O acaso nos estaban enseñando a estar sentados, callados y no plantearnos lo que se nos dice, sino aceptarlo como un hecho?

O posiblemente sea una percepción mía, sin más.

(ejemplo de lo que los academicos llaman Estimulación Temprana, que ahora es «lo último» pero que lleva ocurriendo de forma natural desde los tiempos de la caverna)

Los chicos puente… y otros traspiés.

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Hoy he descubierto «La teoría de los chicos puente» y tras unas horas he desarrollado «la teoría de los chicos caballo».

La primera se refiere a relaciones de pareja en las que un chico (o chica, me permito simplificar) ejerce de puente entre una relación y otra o entre un momento y otro de tu vida. Esos cambios conllevan que la relación con esta persona acabe en contra de nuestra voluntad.  Por los chicos puente tenemos una debilidad a pesar de saber que nunca va a llegar a nada. Es inevitable, es la necesidad humana de cerrar círculos de la Gestalt o como diría Clint Eastwood, de no dejar cabos sueltos. Me pregunto si habrá algo más egoísta detrás como la necesidad de ser aceptados por nuestros ex-algos. Se les reconoce porque de ellos se dice «qué será de x, con lo majo que era», porque se hacen búsquedas en google de su nombre y porque no nos molestaría saber que tienen pareja.

Me he acostado pensando en la teoría del chico puente y he desarrollado la idea del chico caballo. Creo que hay veces que Papá Noel no nos trae lo que queremos, en esos casos ya una que está curtida por la vida, ya vé si tira el mierdiregalo o sencillamente, pasa. Pero claro, la niña todavía quiere un caballo… luego hay otras veces que a ti no te traen el caballo: Peor; Te llevan a la feria y juegas con él, te lo enseñan, te dejan cepillarlo, subirte, le pones nombre, te haces su amiga  y luego te dicen «Uy, pero esto, no es para tí; no lo puedes tener». Y Jode. Y claro la niña crece con la idea del caballo que no ha tenido. Y en realidad sabemos que si Papá Noel no fuese tan mamón y nos hubiera traído el caballo desde un principio, ahora el caballo estaría ya muerto y nos acordaríamos de sacar mierda a palazos más que del concepto idealizado que teníamos a los 4 años. Pero como no nos lo trajo y encima nos lo enseñó, pues ahí estamos,  dándole vueltas a comprarnos el caballo… o al menos, a tenerlo como amigo. Se les reconoce porque el contacto con ellos produce el síndrome del móvil que quema, porque como adultos sabemos que sólo sería realista o posible bajo parámetros improbables, y sobre todo porque nos negamos a aceptar que «no puede ser» porque no queremos que sea.

Lección: NO SE PUEDE TENER UN CABALLO SIN LIDIAR CON MIERDA A PALAZOS. ¿QUIERES RECOGER MIERDA A PALAZOS?

¿NO?

PUES NO HAY CABALLO.

Y para los que andáis levantando la ceja, como diría Chavela «Nooooo, no lloro… pero me acuerdo».

(haciendo clic en el CC se pueden poner subtítulos es castellano)

Donde caben dos, caben cuatro

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Llega el día de las confesiones, me permitiréis que de un par de rodeos.

Llevo mucho tiempo dándole vueltas al tema. Se me hace necesario intervenir. La intervención social no es solo un lujo de la clase media, ni un capricho, ni un acto de buen Samaritano. Es una cuestión de responsabilidad social. Aceptémoslo, el estado de bienestar se cae. Hace años se tambaleaba, pero ahora se cae. Así que en la sociedad futura, la que tenemos que construir, hay que aceptar responsabilidades que aunque podamos pensar que le pertañen al estado, en realidad si el estado no las cumple, pasan a ser nuestra obligación. Igual que en la postguerra nuestras abuelas alimentaron a sus vecinos. Nadie (o muy poca gente) deja que sus hijos mueran de hambre por no recibir un subsidio, ni que sus ancianos padres se queden a vivir debajo de un puente al ser expropiados. No; nos responsabilizamos, les alimentamos y los alojamos en nuestras casas como buenamente podemos.

Bueno, pues al desplomarse el estado de bienestar, se hace necesario expandir esta filosofía más allá de los lindes familiares. Me es indiferente que a la sociedad no le importe, que haya quien pueda ver agonizar a una niña china atropellada sin pararse a auxiliarla, que pueda oir como a su vecina la apalean sin levantar el teléfono para llamar a la policía (que por otro lado, nunca llega), o que deje agonizar a un perro en una cuneta durante semanas. Me es indiferente porque me gustaría pensar que son casos excepcionales, por eso reciben la difusion en los medios. Lo habitual no sale en las noticias. Imaginemos titulares como «Niña negra va al colegio» o «Adolescente ayuda a hacer la compra a su abuela» o «Hombre vive veinte años con su mujer sin pegarle ni una vez».  No nos equivoquemos, nuestra sociedad es mejor de lo que se retrata en los periódicos y noticiarios.

Y si no lo fuera, tampoco veo el porqué seguirle la inercia y convertirnos en seres egoístas y despreciables. Ya nos lo decian nuestras madres:

-«¿Y si Fulanito salta desde un quinto, tú te tiras detrás?»

-«No, madre».

Así que ante un estado que se cae, creo es nuestra labor el levantarnos y compensar. Al menos si queremos vivir en un sitio un poquito mejor, en lugar de ver caer lo que debería ser nuestro Jardin del Eden y dejar que «los malos» nos ganen la partida. Es el momento de arrimar el hombro y construir algo que sea un poco más bonito que lo que ya tenemos (no debería de ser tan difícil).

Hace años vivía en una casa compartida con otras tres estudiantes y un obrero «residente» que nunca debiería haber estado ahí (y que no se fue ni tras denunciarlo) que entre otras cosas, nos dejaba la casa llena de materiales de construcción. Acordamos que quitaría sus trastos  de la cocina durante las vacaciones, pero al volver a casa comprobamos (sin sorpresa) como no había movido nada. Asi que subí la maleta a mi cuarto,  y en media hora transladé sus aperos al sótano en un arrebato de «Hostia-ya-el-Peter-de-los-cojones». Como era de esperar la día siguiente Peter entró en cólera y llamó a la inmobiliaria para comunicarles que habíamos tocado «sus cosas». Le dejé una nota en la escalera (la portátil, que ahora estaba ahora en el sótano) que decía:

«Peter, estamos hasta las narices de tener tus trastos por el medio y lo sabes porque lo hemos hablado muchas veces. Son tus cosas, pero mientras esten en mi cocina y pague yo el alquiler, son mis problemas. Te compometiste a guardar estos aperos y aunque has tenido dos semanas para hacerlo, no lo has hecho. Asi que te los he metido yo en el sotano, me ha costado 20 minutos. Me parece patético que tengas las narices de quejarte encima de que estoy haciendo tu trabajo, si vuelve a aparecer algo en la cocina lo volveré a quitar, sólo que la próxima vez irá al container».

A partir de ese momento ya no tuvimos mas herramientas en la cocina. No se acabó el problema, surgieron otros, pero nuestra casa empezó a parecer un hogar y todas pudimos vivir un poco mejor durante el tiempo que nos quedaba allí.

Asi que hace aproximadamente un mes, tras hacer las averiguaciones pertinentes, levante el teléfono para llamar a servicios sociales. Los derechos del niño (y es obligación del estado garantizarlos) establecen que todo niño tiene derecho, entre otras cosas, a:

  • A una familia (el año pasado, de 1400 niños sin hogar en el condado de Kent, servicios sociales encontraron hogar a 74).
  • A la protección contra el descuido o trato negligente (a poco que se sepa de las condiciones de los niños en desamparo, este punto no merece ni explicación).
  • Al más alto nivel posible de salud (a los niños con problemas de comportamiento las autoridades sencillamente les drogan para que no den problemas, es más barato y rápido que la atención psicologica especializada).
  • A la educación (sin padres que supervisen y guien, la educación no ocurre por combustión espontánea).
  • A un nivel de vida adecuado para su desarrollo, particularmente con respecto a la nutrición, el vestuario y la vivienda.
  • A la libertad de expresión y a compartir sus puntos de vista con otros (no sólo es un derecho, sino una habilidad y sin cultivarla, no puede ocurrir).
  • Al descanso, el esparcimiento, el juego y las actividades recreativas.
El otro día, en clase M. hizo un ejercicio sobre «esperanzas» y les preguntó a los nanos qué esperanza tenían. Una niña dijo «Yo espero encontrar una familia algun día». Tiene doce años y es negra, lo que quiere decir que lo mas posible matemáticamente es que no la encuentre. En Japón dicen que los profesores siempre sufren de la garganta porque ahí es donde residen los sentimientos y en momentos como estos, uno entiende porqué.

Así que el día 2 de Febrero, recibimos esto por correo.

Y la semana que viene tenemos nuestra primera reunión. Me siento como el día antes de irme de vacaciones, con los billetes para un sitio en el que nunca he estado en la mano y las maletas sin hacer… y ni idea de qué meter más que paciencia.

Y aprovecho para recomendar el último album de Springsteen, que salió ayer y es más que apropiado para los momentos que vivimos.

Mi mono y yo nos quedamos aquí.

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Anoche deliberaba con la miembro femenina de los rabásquez sobre el futuro. Lo típico ¿de qué hablan las mujeres? De la felicidad, el futuro, expectativas, gobierno, corrupción, sistema político, especulaciones sobre la posible (o no) caída del sistema capitalista, dinero, valor y precio,  régimenes dictatoriales y vuelta a la felicidad, el futuro, expectativas, gobierno…

«Es de necios confundir valor con precio», decía un graffitti en el Cabanyal. Cierto, el valor es estable y tangible, el dinero tiene un precio que depende de los que hacen el dinero. O sea, que un banco te dará lo que a ellos les dé la gana, es una mera cuestión de devaluar su moneda. Así que ahora la gente invierte en oro. Y ¿eso para qué sirve, oiga? Para el día de mañana. Para que el día de mañana te paguen lo que quieran por ello.

Pirámide de Maslow.

Respiración (bien!), alimentación (uf!) descanso (uf!), sexo (jejeje), homeostasis (salud=ok)…

 

MIERDA!!! Veo con sorpresa que arriba del todo no dice BMW-que-te-cagas, fama mundial ni dominación absoluta.  Hemos perdido el norte como sociedad. Por eso hasta que escapemos este modo de vida, intento vivir como mi perro, que siendo un perro, durmiendo en el suelo, saliendo al parque dos veces al día y comiendo la misma mierda cada día, es el ser más contento con su vida que conozco. Y si miro la pirámide creo que tiene un sobresaliente. Menos por lo del sexo, pero en fin, él también ha sido joven.

Así que cuando miro un Audi TT admito que veo su belleza estética pero lo que realmente pienso es: «Tira, tira, que mi mono y yo nos quedamos aquí».