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Estándar

De pequeña siempre tuve perros a mi alrededor, quizás pasé más tiempo en compañía de seres de cuatro patas de lo que lo hice con bípedos.

Nunca me gustó ver la televisión y aunque veía algunos programas contados (La Bola de Cristal, Bola de Dragón Z y poco más) nunca fui una niña a la que le gustase estar sentada en el sofá, por lo que tuve la suerte de pasar la mayor parte de mi etapa de aprendizaje en la calle, en el campo o en el jardín, muchas veces con C. o acompañada de varios perros

En mi urbanización la mayoría de los vecinos eran «domingueros», gente que venía en verano y algún fin de semana, el resto del año, el resto de los días, éramos muy pocos los que vivíamos en la zona. Sin embargo los perros siempre estaban ahí, los míos, los de C. y algún que otro chucho perdido o abandonado.

Aprendí mucho en la calle, trepando garroferas, buscando ranas, buscándoles dueño a los perros callejeros, explorando el campo, cogiendo lagartijas, atrapando renacuajos, siguiendo canales de riego, pasando el tiempo desestructurado con los otros chicos y chicas en verano, en bicicleta, tan lejos de los adultos que nos creíamos independientes, haciendo nuestras propias películas, revistas, rifas y partidos de béisbol. Un día nos aventuramos muy lejos, por lo menos un kilómetro y conocimos a otro grupo de chicos y chicas.

Aprendí mucho más que en la escuela. Recuerdo vividamente muchos momentos pasados en la calle, sin embargo recuerdo muy poco de la escuela primaria y lo que recuerdo no son conocimientos formales. Recuerdo no querer ir a clase porque me castigaban por no quedarme sentada, recuerdo que me castigaron por vomitar fuera de la papelera, recuerdo un compañero llorando porque se tenía que quedar porque no había acabado la tarea, recuerdo el día que el chulo de la clase se llevó una patada en la espinilla que me salió sin pretenderlo desde lo más profundo de mi alma (nota bene: hacerme la puñeta a primera hora de la mañana nunca fue una buena idea), recuerdo a una compañera borderline y cómo otros se metían con ella, recuerdo el padre de una amiga pegándole a un profesor cuando éste insinuó que su hija se vestía como una puta y por eso la acosaban, recuerdo los insultos a un compañero gay (de quién el profesor dijo que se tendría que dejar el ballet o se haría maricón y quien por cierto, se ha recorrido medio mundo bailando con diferentes compañías), recuerdo la frustración del profesor de sociales ante el hecho de que no nos aprendíamos el mapa de Europa con todos sus países y capitales, recuerdo que tuve que hacer el examen en septiembre (pero no recuerdo la mayoría de capitales, los ríos de España y sinceramente, tampoco las Comunidades Autónomas, los ríos ni las cadenas montañosas).

Aprendí a matemáticas básicas y a leer y a escribir, es innegable, pero el amor por la literatura surgió de la estantería amarilla del cuarto de mi hermano, de leer Los Cinco y Tom Sawyer en invierno, el Quijote versión cómic, los cómics de Thor, La Historia Interminable, los relatos de Edgar Allan Poe… de ahí viene mi afición por los libros: mi habilidad de lectoescritura tiene más que ver con ésto que con la formación docente que recibí antes de los 14 años, siempre me pareció que malgastaba el tiempo en clase porque leía y escribía mejor que la mayoría de mis compañeros y eso sin haber puesto un pie en la guardería. De lo que pueda recordar de las matemáticas mejor ni hablamos. La creatividad vino del aburrimiento, de imaginar seres extraños (con C., con un plumero metido en los pantalones y revoloteando por la parte trasera del jardín), de jugar a buscar a los distintos personajes que un dios maligno (mi perra) había raptado y retenía en un escondite secreto, generalmente entre los cipreses: era mi versión de Salvando al Soldado Ryan y la Barbie tenía un papel activo porque era más grande y alta que los J.I. Joe. En otras palabras, aprendí porque es innato en el ser humano y porque se me dejó en paz para que pudiese aprender.

Todavía sé jugar al ajedrez, a las cartas, montar casetas con palitos, formar estructuras estables con tierra, a mis 31 años nunca me ha mordido un perro ni he tenido una pelea, leo la comunicación no verbal de personas y animales sin esfuerzo, los cursos de lenguaje corporal me aburren tremendamente por lo básico de su contenido. Entiendo lo justo de química como para saber que no es buena idea mezclar lejía (o salfumant) con ningún otro compuesto, sé nadar, correr y trepar. Escucho a las personas y aprendo observando, me pregunto constantemente «por qué». Gracias al tiempo que pasé escuchando música y a un diccionario sé hablar varias lenguas. También me resulta fácil pintar, utilizar herramientas y solucionar problemas prácticos.

Y yo me pregunto ¿si en vez de meternos en colegios se estructurase el tiempo que pasamos siendo niños para facilitar el aprendizaje? 

¿O acaso nos estaban enseñando a estar sentados, callados y no plantearnos lo que se nos dice, sino aceptarlo como un hecho?

O posiblemente sea una percepción mía, sin más.

(ejemplo de lo que los academicos llaman Estimulación Temprana, que ahora es «lo último» pero que lleva ocurriendo de forma natural desde los tiempos de la caverna)

Un comentario »

      • O no quieren crear este tipo de adultos para el futuro. Es mucho más práctico tener gente capaz de estar sentada y obedeciendo 8 o 10 horas al día, gente que repita las cosas en vez de pensar…

      • Completamente de acuerdo, pero ¿cuánto más vamos a aguantar? Por cierto, en el comentario anterior debería haber sido «no lo quieneN subvencionar».

      • ¿Qué alternativas tenemos? El homeschooling en el caso de que podamos dejar de trabajar… las escuelas waldorf o de líneas parecidas, que son carísimas… y las escuelas normales, donde no se aprenden cosas demasiado memorables…

  1. Hace mucho tiempo leí un artículo genial, que tu entrada me ha hecho acordar. Jesús dijo «dejad que los niños se acerquen a mí». Pero el autor del artículo decía que estaba seguro de que la intención de Jesús no era tener a los niños empaquetados en un templo una vez a la semana, sin hablar, sin reírse, sin moverse. Según él, la frase de Jesús debía entenderse como dejar que los niños sean niños, en su casa, en la iglesia, en el colegio.
    Probablemente esos sean niños más felices y adultos más realizados que los que pueden decir de memoria las capitales de Europa (o de cualquier continente).

    • Eso es lo que más miedo me da… que en realidad cuando visitas culturas en las que los niños no van a la escuela se les vé más «personas» más seguros de sí mismos, con menos miedos y más felices a pesar de tener «menos ventajas». Luego salen con medidas populistas como el «Letting Children Be Children», que será un documento magnífico pero… que ahí está… para leerlo y poco más.

      • Yo viví unas semanas en Marruecos, 3,5 años atrás… aluciné con la diferencia en la manera de tratar a los niños (que si van a la escuela, por cierto, o al menos lo hacen muchos de ellos). En cualquier sitio al que ibas, una tienda, un despacho oficial, una casa particular… la gente entendía que los niños son niños, se mueven, hacen ruído, se aburren, son incontrolables. Me hizo pensar mucho en esa necesidad occidental de que los niños sean como compresas, que ni se mueven, ni se notan, ni traspasan…

      • Niños compresa, me ha encantado, te lo copio. La verdad es que nosotros hablamos mucho de que en España se les trata mejor que en el norte de Europa, justo por eso que comentas, porque tenemos más asumido que unos (y menos que otros) que los niños son niños con sus necesidades de niño. Si es que cada vez estoy más convencida de que tenemos MUCHO más que ver con el norte de África que con el norte de Europa.

      • Yo no estoy muy segura de que en España se les trate mejor que en el NOrte de Europa… creo que tenemos lo peor de cada casa. En cierta ocasión, discutimos este tema en mi blog, y una lectora de Munich explicaba que sí, que en Alemania pretenden que los niños no se noten… pero que tienen parques enormes, espacios sólo para niños… En ESpaña tratamos los niños como los alemanes, pero tenemos la infraestructura de los marroquíes (o sea, ninguna…)

      • NO sé, también se hace mucha vida enc asa. Quiero decir, que en verano la gente va a los parques (que haberlos haylos), pero en invierno el que tiene suerte va a natación. Luego en familia nosotros les prestamos mucha atención, son siempre el centro… a mi aquí me impresiona porque por un lado interactuar con niños que no son conocidos tuyos está muy mal visto, con lo que se pasa de ellos mucho (incluso cuando se te acercan o te hacen caras) parece que todo el mundo es pederasta hasta que se demuestre lo contrario. Por otro lado, cuando un niño te busca, los padres lo disculpan y te lo quitan de encima como hacemos nosotros con los perros… no sé, a mí Inglaterra me parece un lugar horrible para ser niño. Por cierto, según el informe d eUnicef era el peor país de Europa para la infancia y también en el que más casos de suicidios se daban. A parte de todo, tienen un problema muy gordo con la pederastía, que igual tiene algo que ver… no sé… supongo que lo que a unos niños les viene bien, a otros les impondría demasiado.

  2. Me hace feliz que valores tan positivamente tu infancia,viendo el maravilloso ser humano en que te has convertido,es un orgullo haber contribuido en algo.

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